La imagen de la Argentina rica en cereales y ganado, a pesar
de la crítica situación económica de los últimos tiempos,
aún subsiste en muchos de nosotros y especialmente en el
extranjero donde nuestros productos habían alcanzado notoria
fama. Pero quienes sabemos que el país es una abigarrada suma de
paisajes, con predominio de ámbitos desérticos o
semidesérticos en planicies, mesetas y montañas, comprendemos
que esa imagen sólo corresponde a un sector bastante
circunscripto de nuestra geografía coincidente mayormente con la
llanura pampeana y algunos escasos valles fluviales. Fuera de eso
o bien se ha necesitado una fuerte modificación del paisaje
mediante la quema o el volteo de selvas y bosques, o bien se han
implementado arboledas, acequias y sistemas de regadío para
constituir verdaderos "oasis agrícolas" en zonas
naturalmente áridas que provocaron en estos casos verdaderos
impactos para el medio natural que fue violentamente modificado.
En las tierras inapropiadas por condiciones naturales, o
imposibilidad de efectuar regadíos artificiales, la opción de
la cría extensiva de ganado, especialmente ovino y caprino,
apareció como prácticamente la única, y así vastas
superficies fueron poco a poco despojándose de su escasa
cobertura vegetal, y denotaron a los pocos años síntomas claros
de erosión.
El progresivo proceso de colonización del país fue llevando la
frontera agropecuaria cada vez a sitios m s lejanos y hasta
entonces inaccesibles. Así algunos bastiones naturales
subsistentes hasta la década de 1970 sufrieron arremetidas mal
planificadas de colonización, como la del "Impenetrable
chaqueño" que no consolidó ninguna reserva natural
compensatoria y fue más bien el pretexto para una fuerte
explotación forestal que dejó tras de sí mayormente sólo
desolación y abandono dadas las duras condiciones climáticas y
la escasa agua potable existente que obligó a desistir a
numerosos colonos. En el extremo nordeste de Misiones también
por entonces se encaró una campaña de colonización en lo que
se denominaría "Cte. Andresito" y la que si bien
perseguía un objetivo geopolítico dada la fuerte intrusión
brasileña del sector, provocó una deforestación feroz y casi
total del mismo, aunque la feracidad de los suelos permitió la
subsistencia de cultivos rentables hasta la actualidad En ambos
casos la cuestión ambiental, a pesar de la fecha reciente en que
fueron llevados a cabo, estuvo prácticamente ausente y la
consecuencia est a la vista.
Es notable en este proceso de extensión agropecuaria cómo se
ha tratado de forzar a los ambientes naturales del país
aplicándoles a casi todos ellos el modelo pampeano, perfecto
para un clima templado y suelos ricos en humus. Así a veces se
desmonta para criar ganado vacuno en el norte del país, y se ve
obligado el productor a importar razas o cruzas que, si bien
resisten mejor la torridez del clima y sus plagas, producen carne
de interior calidad a la que se obtiene en otras zonas m s aptas
del país. Este ejemplo sirve también para los cultivos donde
todas las provincias y la nación a través de sus organismos
técnicos experimentan de continuo con variedades de frutales,
cereales y hortalizas que permitan su cultivo en regiones de
condiciones más rígidas. Entre tanto los recursos naturales
autóctonos languidecen sin que nadie se dé por aludido, ni
experimente con ellos.
Pero, volviendo a la incidencia de la expansión agropecuaria
sobre la vida silvestre del país, podemos señalar brevemente la
forma en que ésta ha afectado regionalmente a los diversos
biomas del país.
Así en la selva paranaense o misionera hacia 1988 cerca de 846.000 ha (un 27,5% de la superficie provincial) estaba dedicada a cultivos (incluyendo en la cuenta las forestaciones con exóticas). Es decir que se había procedido a la quema o "rozado" de esos miles de hectáreas sin extraer muchas veces previamente un buen producto forestal. Y todo esto a pesar de la práctica de Moisés Bertoni a comienzos de siglo de practicar "el rozado sin quemar", y de Alberto Roth durante el presente siglo demostrando la viabilidad de cultivar la yerba, el m s tradicional de los cultivos misioneros, bajo monte. Si además tenemos en cuenta que unas 963.000 Ha (el 31,3% de la superficie de Misiones) corresponde a urbanizaciones, rutas, capueras, montes degradados, superficies improductivas y cultivos abandonados, la situación no puede ser m s preocupante.
En las yungas o selva tucumano-salteña, el piso inferior de
vegetación arbórea representado por la selva de pedemonte o de
transición prácticamente ha sido desalojado para dejar lugar a
cultivos cañeros o frutihortícolas que cubren vastas
superficies, y subsiste el resto con mayor o menor grado de
explotación forestal gracias a las características montañosas
del terreno.
El bosque chaqueño ha sido desalojado en parte para dejar lugar
a cultivos como el del algodón y sufre un fuerte retroceso por
parte del ganado vacuno y caprino que van alterando la din mica y
estructura del bosque acabando con las especies más palatables,
especialmente con los renovales que constituyen su futuro, es
decir, la garantía de su continuidad. Así vastas superficies se
ven ya alteradas a pesar de no haber entrado nunca el hacha ni la
motosierra. También el ganado fue culpable de la alteración de
la fisonomía original de la región de isletas boscosas con
pastizales o pajonales naturales conocidos localmente como
"pampas", ya que permitió la dispersión artificial de
semillas de ciertas leguminosas que entonces se transformaron en
especies invasoras y convirtieron en arbustales los sitios
abiertos y abras antes mencionadas.
En la llanura pampeana la transformación ha sido prácticamente
total. Se salvaron algunos esbozos de la pampa original sólo en
los cangrejales de la Bahía Samborombón, algunos mdanos
costeros, las lagunas y sus alrededores, las serranías que
salpican el sur de la provincia de Buenos Aires y en los
terraplenes ferroviarios que han actuado impensadamente como
clausuras, ya que pudieron mantenerse allí pastizales libres de
la actividad agrícola y ganadera. Pero de la pampa puramente
herbácea (sin árboles de ningún tipo), donde los pastizales a
veces tapaban las cabalgaduras poco queda ya .
En la puna, el monte y la estepa patagónica, el mal manejo del
ganado ovino y caprino criado "a campo" va provocando
efectos catastróficos sobre la vegetación, ya naturalmente
pobre y delicada, tanto por efectos de su ramoneo como del
continuo pisoteo que además de cortar brotes y tallos rastreros
compacta el suelo alterando sus condiciones físicas y químicas.
Así en La Rioja sólo en la región de los
"Llanos" que cubren 3.500.000 ha de superficie:
2.400.000 ha. sufren de erosión hídrica severa y grave y
1.000.000 ha. de erosión hídrica moderada, en tanto que la
erosión eólica cubría 800.000 ha. en un estado de severa y
grave. En Mendoza el 47 % del territorio provincial sufre de
erosión hídrica, en Chubut la erosión eólica afecta 2.957.000
ha. y en el sudoeste de la provincia se han estudiado en detalle
varios focos de erosión y se calcula que cada uno de ellos,
caracterizado por un conjunto de médanos tardaría unos diez
años en alcanzar las 200 ha. de superficie. Pero es en Santa
Cruz donde alcanza la erosión aún proporciones m s alarmantes
ya que la cuarta parte de la superficie provincial sufre erosión
grave.
Es también en esta zona desértica o semidesértica donde la
agricultura se ha desarrollado puntualmente por medio de
"oasis de cultivo" como los que se ven en la región
cuyana, el valle del Río Negro y el valle del Chubut, cuya
constitución trajo aparejado el desalojo de algunas especies
propias de las estepas arbustivas, así como permitió la
instalación de otras (especialmente aves) que hallaron
condiciones apropiadas para extender su distribución en las
arboledas y cultivos que crecieron por acción del hombre. Otro
aspecto que no puede dejar de mencionarse, aunque desarrollaremos
m s adelante en ocasión de hablar de las especies introducidas y
la caza de especies plagas, es la propagación de parasitosis y
enfermedades propias del ganado doméstico, que fueron una
consecuencia inevitable de la expansión ganadera, y que
contribuyeron a contagiar a numerosas especies silvestres
diezmando a algunas de ellas que no contaban con anticuerpos o
defensas naturales para enfrentarlas.
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